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domingo, 22 de diciembre de 2013

Domingor.

No vengas. Te lo ruego.
No vengas porque es Domingo y me desperté solo, como todos los dias. Pero hoy no es cualquier día, hoy es Domingo. Y viste como son los Domingos, llenos de abrazos al viento y risas a la pared.
No es que no quiera levantarme a abrirte. Tampoco me molesta cocinarte, al contrario, me fascina; lavar la verdura, cortar, saltear, condimentar y vos ahí, casi siempre paradita escuchando lo que querés escuchar. Y yo diciendo lo que esperás que diga porque es Domingo.
Y los Domingos no se quien soy. Y mas a esta hora. Y mas con este calor.
No, en serio te digo, rescatate, no vengás. Cuidate un poco, mujer!
Te aseguro que no te sirvo de Domingo. Es en vano.
Es una lástima que el Lunes no siga siendo Domingo. Podría ser Domingo hasta el mediodía, pero no, ya va a ser Lunes. Y los Lunes son otra cosa.
El domingo me envolvió en la sabana verde que me regaló la Dani y me puso al lado la guitarra criolla nueva, para no dormir solo. Y yo la miro y le hablo, porque es Domingo.
El Domingo me abre la persiana dejando entrar el sol y me riega. Asi crezco. Y si estarías acá creceríamos juntos, porque es Domingo. Y no se si esta bien crecer juntos, en el mismo lugar, en el mismo Domingo.
Es mentira que los Domingos se extraña mas, yo extraño cada día, a cada hora. El peligro del Domingo es ese doble filo, es jugar al límite en todo, corriendo riesgos de Domingos. Yo no quiero correr esos riesgos. Le temo a los Domingos y a lo que pueda pasar. Hay que respetarlo.
Porque no hay vuelta atrás de lo que puede pasar un Domingo.
Para que te vas a condenar a eso?
Mejor no vengas, te lo ruego.
Porque es Domingo. Es Domingo y no respondo de mi.

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